Hay veces en que no es olvido alguno,
no son las caras ausentes ni las palabras corroídas
de un par de cartas de café.
Hay días en que no una casa vieja,
ni un amuleto perdido, ni siquiera el miedo
a no saber volver.
Ninguna de todas las cosas vacías y huecas de siempre.
Ningún complemento anexo al desgaste natural del tiempo.
Se trata del desencanto de la vida por la vida,
del rechazo universal al universo.
Es entonces cuando mi nombre deja de ser mío
y mi pena ya no es mi pena
sino las de todos los mundos.
lunes, 17 de septiembre de 2012
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