martes, 26 de marzo de 2013

He comprobado que existe la cadencia sonora -en conjunto con la armonía de luces que le corresponde- necesaria para bañar de azul toda la sala, los libros azules y azul el cielo afuera pero también adentro (donde el techo ya no es techo sino que de tan azul se ha vuelto cielo).

Tuve la suerte de poder distinguir entre toda esa bruma incierta un mar de tiempos, donde cada cosa toma la forma de lo temido.

He atinado a intentar -casi vanamente pero no en absoluto- mirar el Sol con no sólo los ojos sino todos los poros abiertos a través de las palmas de mis manos abiertas y abierto cada pelo de mi cuerpo abierto.

Sigo buscando, no sé si temblando, la forma en que sin influencia mía ese Sol vuelva azul a ese mar, sin que se cierre mi cuerpo o se apaguen las luces.

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¿Y si, acaso, fueran las luces las estrellas, y ese mar el miedo nuestro, que de negro se volviera azul al abrir al Sol nuestra piel?


viernes, 22 de marzo de 2013

-Pedro, ¿cómo estás? ¡Qué sorpresa! Parece mentira, tanto tiempo...vení, pasá, sentate. ¿Querés tomar algo?
-No, Jorge, gracias pero no.
-Pero...¡apenas podés mantenerte en pie!
-¿Vos te das una idea de lo que es ser una sombre enterrada tanto tiempo? Cuesta volver a caminar con semejante carga, un nombre no es cualquier cosa.

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martes, 19 de marzo de 2013

Podrán repugnarme ciertas banderas
algunas canciones
y lenguajes.

Pero está el Sol
que estuvo siempre con todos
y siempre con todos estará.
¿Y qué hay de la Luna?

Ésa es la pregunta verdadera
la duda carnal
la esfera transparente que lo engloba todo.

¿Qué hay de su indulgente melancolía,
de su brillo inexplicable
y del halo que nos espeja?

Yo, que no soy más sólida que el agua,
¿qué podría refutar?
Si apenas puedo recordar las espinas
que tramaron mi piel,
si puedo menos que esbozar una sílaba
al lado de la torre de textos del mundo,
si soy sólamente la semilla
que lucha hasta la muerte
por nacer.
Por otro lado, son saltos a veces, los que te ponen en la disyuntiva entre el circo y la realidad, que no son necesariamente una contradicción, si hablamos de andar por la cuerda floja.

http://www.youtube.com/watch?v=CQ-u4eudlYo
Es el piano, ¡es el piano del minuto cuarenta el que me vuela la cabeza y los pies y hasta los peces sienten ganas de volar! Y es que bailar se parece tanto a la poesía - que es, claro, una forma de volar- que uno se pregunta si acaso no estamos hechos escencialmente de arte que nos dedicamos a descomponer en sutilezas.

http://www.youtube.com/watch?v=gbib_VEInuY
Hay un perro rengo pisoteando bolsas
y un recuerdo de ciprés
que me hablan del camino que queda
hacia el sentido mayor de la poesía.

Gente pequeña que trascurre
con su ropa de no tantos colores
la música que me atormenta
las tristezas y las nubes.

La línea del Sol se me acerca a los pies
-siempre hablando desde una perspectiva-
y está el calor
que me sube por su cuenta.

Hago una crítica al sistema
en boca de otros y con palmas
mientras una enredadera
se cierne sobre mí.

Veo a los vendedores de diarios cual palomas
invadiendo la ciudad con el mundo.
El Sol, cada vez más cercano,
y una nueva canción.

Bailemos, que el amor existe.
Están los derrumbes
está el Holocausto
está la memoria
y peor; el olvido.
Están las trincheras de la guerra santa,
los planes frustrados,
los muertos
sin nadie
que los extrañe.
Están los que llegan demasiado tarde
demasiado lejos
están las bombas
están las espinas
y el desencanto,
están los pájaros que no volarán
está el miedo a lo desconocido
está la intolerancia
y la hegemonía.
Están los que se sienten superiores
y está la guerra;
y sin embargo se siguen viendo las estrellas.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Haciendo de cuenta que la cuestión del control es controlable
que las redundancias se reducen a la sucesión de respiraciones
llegando al calamitoso punto
en que un pequeño movimiento basta
-incluso un batir de alas de mosca-
para desestructurar hasta el hastío
los cimientos mismos del equilibrio;
y me refiero al equilibrio primitivo, carnal, incontrolable
que al adjetivarse a sí mismo
se destruye.

viernes, 1 de marzo de 2013

¿Podría yo parir un poema grande?
Grande como la grandeza del amor
de la gente que me quiso,
como las ausencias
de los Desaparecidos
como la lágrima de espinas
que me atraviesa la médula
como las pinturas de aquellas capillas
como las iglesias cuando se queman,
como la música extranjera
y las fotos de los otros planetas.
Grande como un corazón
en la garganta,
como las muertes de las películas
como el futuro en la juventud
y el pasado en la vejez.
Como el velo negro de la Hermana
y la tormenta del último día
como la boca del subte de noche
o una guitarra hemorrágica
o la esquizofrenia
o acaso este Sol.