De a poco,
se me irá agravando la voz;
cambiaré mi lenguaje.
Se acentuarán mis arrugas
y mis manchas,
endureceré mi piel.
Todo lo níveo irá añejándose
sin perder el verde,
virando hacia el marrón.
Mi boca será más fina,
mis labios, de tan secos,
acabarán por desaparecer.
Tal vez, mis ojos estén más tristes,
pero seré más fuerte
y resistente a los golpes.
El peso de los mundos seguirá creciendo
hasta obligarme,
poco a poco,
a desplazarme a la rastra.
Sabré cada vez más.
Lo aprenderé todo,
menos a olvidar.
Se agudizarán mi oído y mi visión,
y mi capacidad de espera
será casi tan longeva como yo.
Seré presa de mi propia paciencia,
habré disminuido en tamaño
y velocidad.
Y cuando todos estén muertos
y haya sobrevivido a mi generación;
cuando ya ni la lluvia
penetre mi corteza,
la esencia migrará de cuerpo
y, parte del yuyo,
seré la tortuga que nací:
destinada a permanecer.
domingo, 23 de septiembre de 2012
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