Me arden los ojos, tomé la pastilla, me tiemblan las manos:
lo mismo de siempre.
Me vienen a la mente las frases remotas
de otra ausencia, otra sombra, otro dolor,
que en lugar de descargarse en esta piedra,
juntan polvo en algún sótano,
en algún viejo cajón.
Y quisiera nuevamente creer en las ventanas
y que esas hojas no son tan sólo de decoración
-no creas que no-
pero ya no creo en las palabras de la tierra,
ni en el azul como astro dominante,
ya no creo en la armonía de las aves,
ni en El Jardín de las Máquinas Parlantes.
Así que ahora no me llames ni me insistas
para salir
esta noche.
Por favor, ya no preguntes
qué me pasa
o cómo estoy.
Simplemente, no me digas dónde voy,
ya no intentes ayudar,
ya no trates de ser yo
-déjennos morir en paz-.
Hoy estoy triste.
Yo no sé qué pasará mañana.
Mientras tantos hombres alegres
yo quizá
logre apenas
sonreir.
viernes, 30 de marzo de 2012
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