domingo, 20 de mayo de 2012

Paul y John
me cantan una canción
en la que acentúan demasiado
el principio de cada frase.

Yo aprendí una vez
que el mar no es azul, sino transparente;
y que su color es producto
del reflejo del cielo.

Así,
deja de ser necesario
mirar hacia arriba.

Hoy la calle quiso dejar de ser agua
y miró al cielo en un momento en que ningún motor se lo impidió
por aplastamiento,
y reflejó el cielo,
y se volvió cemento.

Un perro negro apoya su pata de barro
sobre mi pantalón blanco,
ávido de caricias.
Las recibe, se va, dejando su huella.

1 comentario: