Sentir a Lisandro es sentir el viento. El río, las aves y el frío, todo en un solo todo.
Un charanguitarrista con pies de patín y mariposa,
un baterista con ojos de amante y objeto concreto,
una percusionista hermana con enamorado, voz de soplo y manos de paloma;
un tecladista superlativo con ritmo de resorte y
una muñeca cellista que canta caricias
son los azulesturquesas que
con el viajante del cuerpo de burbuja
nos llevan a la cima más alta del alma
fusionando
algunos sonidos de afuera y otros de adentro,
algunos de antes y otros de luego,
algunos de arriba y otros de abajo,
pero todos
en todos
para siempre.
sábado, 28 de agosto de 2010
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