Soñé con un meteorito
que venía a comerse la ciudad.
Soñé también con un ave
que corría y corría sin mirar.
Aquél ave -que era blanca- intentaba levantar vuelo
el meteorito -rojo de fuego- buscaba una tierra que lo alimentase
Después llegué a una habitación modular
cubierta de azulejos, rojos y blancos
en los muros, en el piso y en el techo
Llegaron también a esa pieza
noventa y un gaviotas en bandada:
eran blancas,
el interior de sus alas rojas -como de sangre-
y se fundían con los azulejos y con el aire.
Miré mis manos,
un poco blancas y un poco rojas,
sentí la piel que se me caía de a lonjas resecas.
Tuve frío en mi desnudez
desparramé mi carne contra el suelo
y esperé.
Cuando nació mi última pluma,
ya flotaba y podía ver;
entonces tuve hambre
y tuve miedo y corrí
y empecé a comerme la ciudad.
lunes, 1 de diciembre de 2014
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