El día empezó con cincuenta milímetros de cielo derretido.
Siguió con un desayuno que
además de ser delicioso por el simple hecho de ser desayuno,
era delicioso.
Siguió siguiendo el día con ropa de colores contra el cielo gris,
zapatillas de lona hechas sopa
y olor
¡el viejo olor a ozono que regresa!
Y todo eso, sólo para empezar.
No hacía falta arruinarlo de ésta manera.
miércoles, 29 de febrero de 2012
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