viernes, 11 de marzo de 2011

Todo el ciclo solar en su piel.
El mágico ronroneo del primer mordisco.
Desencadenar la vertiente, roja, dulce.
La acidez próxima al corazón
y
finalmente,
la madera, puerta, semilla,
corazón y árbol.

Nada se compara al comer un durazno.

5 comentarios:

  1. Esto es hermoso y perfecto, demasiado Vir!
    Y me emociona haber sido testigo ¿no presencial? de una futura creación literaria tan super, loco, de tus palabras nombrando a ese durazno que en un futuro, luego de metamorfosearse en un durazno sangrando al chocar con tus dientes y tu apetito y tu calor y tu cansancio, desencadenó semejante deliciosidad poética, lograste hacer una fruta exclusiva tuya y solo con palabras (la vanguardia es así).


    Sísí, soy testigo, te recuerdo... -aunque sos bastante genial asique seguro te acordás- Íbamos en el 14 y me dijiste que te ibas a comer un durazno. Buenoteamochau.


    PD: El sapo de mierda volvió de visita ¬¬

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  2. Que hermosa descripción.
    Cálida.
    ¡Y qué ricos son los duraznos!

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  3. Una poesía del durazno que me dijiste que te ibas a comer, no me lo esperaba jajaja sabés que soy muy mala para las metáforas? terriblemente. Para las cosas escritas en prosa, también. Soy muy mala para los poemas también. Para lo único que podría ser buena es para las rimas... pero desde que Belén Francese lo hace, no hago alardes de eso.

    A lo que voy, es que jamás podría escribir algo tan lindo de algo tan simple como vos hiciste recién.
    Y que me dejaste ganas de comer durazno cuando vi tu comentario. Pero me tuve que conformar con una manzana verde...

    Dejo que la vida me lleve, Vir.
    Pero para qué mentirte, también me la llevo por delante.
    Te sigo leyendo, abrazo fuerte.

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  4. Discrepo: no me banco el durazno (una buena razón para no bancar la pelusa).
    Prefiero la frutilla. Siempre.

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